martes, febrero 10, 2009

Conversar

Caminaba, jueves, plena mañana, el sol absurdo irradiando una fuerza y energía que mi cuerpo no podía incorporar.
- Hoy es día de rechazar todo estimulo externo. - Pensé y me toqué con las manos heladas la nariz igual de fría. - No puedo decifrar mis gustos, y creo que el invierno del verano me da igual-
Seguía caminando, mirando a cualquier lado, como suelo hacer cuando mis ojos se juntan con las calles, que asombran, entristecen, la protituta luz, un par de billetes de 2 pesos en el bolsillo del saco, y no se si tengo frío o angustia, no se de quien es la canción que escucho y tengo la sensación de avanzar desafiada.
Llegando a la esquina de Nazca y Magariños me pregunto, por qué no sentarme y tomar un té bien caliente, sin azúcar, esperar un poco mas por algo absolutamente indefinido y sumirme en mi quietud abstraída del barullo revivido mas o menos a las 8 de la mañana, cuando la gente se va avispando.
Me siento, en el bar Ciro pareciera perderse una en otra época. acurrucada entre sillas con los fierros tibios, tibio debe estar él, entregándole con su mayor deseo el cuerpo a las sabanas y mantas de su cama, apretando con sus dedos callosos la rígida almohada que duerme con el. Su cortina abierta, su perciana baja, la estufa de un solo rayito calentando solo un poco la manta que lo envuelve, tibio, durmiendo con la boca abierta, esperando en su sueño que suene el celular para correrlo 10 minutos, que disfrutara estirando cada músculo de su cuerpo, despegándose las lagañas de los ojos, pasando torpemente su lenguita por la comisura de los labios. Dormirá tibio, enredado , solo con su cabeza.
No podría decir que no lo extraño, ni que mis imágenes mentales no invocan un deseo reprimido, apretar con mis dedos callosos su rígida espalda, ser el único rayito que le tira calor a su manta. Envolverlo, para que no pierda un solo segundo la tibiesa, ver como intenta abrir un ojo, y pasarle torpemente la lenguita por la comisura de esos labios perturbadores.

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