miércoles, mayo 04, 2011

italo calvino

Era un atardecer rojo. Cósimo estaba entre las ramas desnudas. Se miraron a la cara. Era la primera vez, desde la comida de los caracoles, que se encontraban así, cara a cara. Habían pasado muchos días, las cosas habían cambiado, uno y otro sabían que ya no se trataba de caracoles, ni de la obediencia de los hijos o la autoridad de los padres; que todas las cosas lógicas y sensatas que podían decirse estarían fuera de lugar; con todo algo tenían que decir. ¡Dais un hermoso espectáculo, vos! - comenzó el padre, amargamente -. ¡Y muy digno de un gentilhombre! - (Lo había tratado de vos, como acostumbraba en las deprensiones más graves, pero ahora ese hábito tuvo un sentido de alejamiento, de despego.)
Un gentilhombre, señor padre, lo es tanto estando en el suelo como estando en las
copas de los árboles - respondió Cósimo, y enseguida añadió -: Si se comporta correctamente.

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